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Kepa




Kepa, nombre ficticio de uno de los cuatro amigos treintañeros atacados por menores del centro foral de Sopuerta, era de los que defendía que «había que darles una oportunidad» cuando sus convecinos protestaban por la apertura en el municipio vizcaíno de un complejo -ubicado en un palacete- para acoger a menores inmigrantes no acompañados. Ahora, sin embargo, está «convencido de que va a pasar algo gordo» por el «descontrol» que presenció. «No sé qué pintaban a las tres y pico de la madrugada todos esos chavales en la calle», se pregunta.

La situación que le ha hecho cambiar de opinión ocurrió en la madrugada del pasado sábado, 11 de mayo. Había ido con tres amigos, un chico y dos chicas, a pasar la noche a las fiestas de la cercana localidad de Ortuella. Cuando regresaban en coche, sobre las tres y media de la madrugada, a la altura de El Pobal se percataron de que les seguía un turismo, cuyos ocupantes, cuatro o cinco, habían colocado en el techo «un pirulo de luces destellantes». En medio del camino, les adelantaron.

Cuando llegaron al parking, ubicado justo en frente del Palacio Quintana, en el barrio de Mercadillo, donde habían dejado el coche, «me acerqué a ver quiénes eran». «Iban tres o cuatro chavales y un monitor, que se nos quedaron mirando». Cruzaron la carretera y saltaron la valla que rodea al edificio. «Al parecer no tenían llave porque según nos dijeron después el centro cierra por la noche».

«Al cabo de unos tres minutos empezaron a salir de la nada 15 o 20 chavales, de unos 16 o 17 años, derechos hacia nosotros. Se oían gritos y silbidos. Cuando nos quisimos dar cuenta les teníamos detrás», recuerda el joven. «Les dijimos a las chicas que se encerraran en el coche y llamaran a la Policía». Los dos amigos, uno con un dedo vendado y el otro con muletas por una fractura por un accidente doméstico, se quedaron a esperarles. «Hablaban entre ellos en su idioma. Los tres monitores eran chavalillos y parecía que les tenían miedo por lo que luego pudiera pasar dentro. Decían que no podían hacer nada. Eran como un ejército. Había un líder, unos seis más agresivos y los demás les bailaban el agua», describe.

«Les plantamos cara y empezamos a discutir». El cabecilla les preguntó con «mucha chulería, que quién había sacado el cuchillo». «¿Qué cuchillo? Si acabamos de llegar», le contestaron. Pedro cree ahora que «se lo inventaron como excusa para buscar movida». «Nos agarraron por detrás y por el cuello y yo empujé a dos. La chica que había llamado al 112, se guardó el móvil en el bolsillo, un ‘Iphone’, y se lo quitaron en el forcejeo».

(…)

«En cuanto empezaron a ver los pirulos de las cinco o seis patrullas de la Ertzaintza que llegaban, zumbaron para dentro y desaparecieron». Los agentes no pudieron entrar al centro «sabiendo que el móvil estaba dentro porque los monitores les dijeron que no había llaves, que por la noche quedaba cerrado. Entonces, ¿duermen en el jardín?», se pregunta Pedro. «Los agentes irán a hablar con la responsable, pero nos hemos quedado sin el ‘Iphone’». Los policías ni siquiera pudieron «pedir los datos» de los que estaban.

 

 

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te entiendo perfectamente en mi etapa Gay ponía que pollas y no me gusta señalar pero corriendo salía Rotor y Bonox a comentar y algún sarasa más . No me los quiero imaginar en un quedada la de pollas que se comerían, pero es un suponer. El quE borra sí que es maricón..........

13/05/2024 - 11:54pm
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