Literatura práctica – Pinkalavera

Literatura práctica

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Hoy vengo a recomendaros literatura didáctica. Si tenéis a la parienta embarazada os recomiendo leerlo. Si estáis planeando embarazarla, os recomiendo que no lo leáis, al menos hasta que esté preñada, porque este libro quita (sin ser su intención) todas las putas ganas de tener críos. Hasta aquí el resumen, sigue bajo tu cuenta y riesgo o haz scroll y pasa al siguiente post.

 

 

En cualquier caso, lo recomiendo si tenéis por delante la titánica tarea de educar a una criatura para intentar hacer de ella una persona de provecho, porque no sé vosotros, pero en los últimos años es como si la juventud ya no se limitara a ser condescendiente con sus mayores y a desafiar sus modos de vida y lo previamente establecido, que desde un punto de vista romántico hasta me parece elogiable. Pareciera que ya pasan de eso y ahora simplemente se limitan a ser subnormales, sin desafiar nada. A elevar todo lo vulgar, chabacano y asqueroso del mundo y despreciar cualquier cosa que huela a cultura, conocimiento, ética o respeto. También puede ser que me esté haciendo viejo.

 

Pero bueno, este libro no intenta explicar a los padres cómo educar a sus hijos pero sí advertirles de los peligros que acechan, que no siempre somos capaces de ver. Y menos ahora que cualquier criajo tiene acceso ilimitado a todo en cualquier momento y lugar.

 

Y aunque habla de todo, hace especial hincapie en la música y, sobre todo, en el reguetón. El puto reguetón.

 

El reguetón se ha convertido de forma absolutamente indiscutible en el primer totalitarismo musical global. Su tiranía es absoluta; su presencia, ineludible. Está en las radios, en los bares, en las peluquerías, en las televisiones, hasta en los putos supermercados. Incluso se cuela en colegios y guarderías por la típica profesora subnormal que cree en un momento de supina estupidez que no pasa nada porque los críos no se enteran. Pero sí se enteran porque no suelen ser gilipollas de serie, aunque muchos se infecten de gilipollez con los años. Y por supuesto, está en sus casas. Putos padres reguetoneros de mierda. Joder, si hasta hemos mandado a una puta reguetonera guarra de mierda a Eurovisión a representar a España. Una cubana, cantando una puta mierda de música extranjera y exhibiendo su culo en nombre del mismo país que está todos los putos días a vueltas con el machismo. Y en vez de poner el grito en el cielo, todos han aplaudido a esa puta asquerosa. Hasta los que la criticaron en principio acabaron deshaciendose en alabanzas porque casi gana. Que esa es otra, que casi gana con esa puta mierda de espectáculo, lo que me dice que el problema se extiende al resto de Europa rápidamente. Tuvo que venir Putin a reventar ucranianos para que alguien nos ganara sólo por puta pena.

 

Y ya no hablo de salir de fiesta. Salir de fiesta sin reguetón implica ir de propio o bien a bares heavys o bien a discotecas de pastilleros, y eso es de raritos. Los bares a los que va el 95% del niñaterío ponen puto reguetón toooda la puta noche. Antes aún lo mezclaban y te encontrabas pasando de Fito a Dady Yankee, de ahí a Amaral, luego a Prodigy, después a Estopa y Marea, seguía la de “la gasolina” y acababas en la Oreja de Van Gogh. Eso se acabó. Está de moda, el rock y el pop agonizan y los mensajes sociales o de amor un poco más “sano” que algunos grupos pudieran tener agonizan con ellos. Ahora los chavales son bombardeados a todas putas horas con canciones cuyo único mensaje es “folla, ten pasta, sal de fiesta, bebe y vuelve a follar. Nada importa salvo tener un fajo de billetes y una puta ensiliconada en la otra”. Y al final pasa factura. El que crea que no y que exagero es porque aún no es consciente del nivel de saturación tan absoluto, tan omnipresente, al que someten a nuestros críos. Pero será consciente. Tarde, pero lo será. Y el que diga que el rock tampoco tiene letras mucho más edificantes está obviando que no es lo mismo mencionar las drogas o el sexo en tu canción que hacer de ellas el objetivo principal. El nucleo en torno al que todo gira.

 

Llevo muchos años diciendo que el reguetón amenaza la España que conocemos mucho más que otros problemas a priori más graves, pero me faltan conocimientos e inteligencia para explicarlo de forma convincente. Bueno, pues este libro de Jon Illescas consigue aquello en lo que yo fracaso.

 

¿En qué momento pensamos que era buena idea importar una música igual de subdesarrollada y lamentable que los paises de los que vino? No lo sé. Será el típico gusto español por todo lo hortera. Pero si existe una posibilidad de solucionarlo pasa por concienciar del problema, y este libro puede ayudar.

 

Lo siento por el tocho, pero es que me toca los huevos el tema por dos motivos. Uno, porque alguna vez me ronda tener un crío pero me cruzo con cuatro niñatos que les daría a todos una hostia a mano abierta y entonces me aterra fallar como padre y criar a un completo hijo de la gran puta. Y ahí estoy, sin acabar de descartarlo pero sin poder decidirme, porque el mundo que hemos permitido que exista es una putísima mierda.

 

Y dos, porque como familiar directo de una chica que ha sufrido anorexia sé de forma dolorosamente certera hasta qué punto la influencia de la puta sociedad y lo que los críos ven puede joderles la vida hasta extremos insospechados. Incluso hasta el extremo de acabar con ella.

 

Hacedlos fachas, comunistas, liberales o lo que os salga de los putos cojones, pero por favor, no permitáis que el tremendo error que cometió nuestra generación cuando recibió el regueton con los brazos abiertos con tal de refrotar la cebolleta un poco en vez de haber escupido de puro asco siga demoliendo España. Intentad salvar a vuestros hijos del reguetón.

te entiendo perfectamente en mi etapa Gay ponía que pollas y no me gusta señalar pero corriendo salía Rotor y Bonox a comentar y algún sarasa más . No me los quiero imaginar en un quedada la de pollas que se comerían, pero es un suponer. El quE borra sí que es maricón..........