La vivienda es la leche

El Gobierno oye que la gente se queja que el precio de la leche se ha ido para arriba. Y la leche, ciertamente, es muy importante, especialmente para la generación en crecimiento, para los niños. Por consiguiente, el Gobierno establece un precio máximo para la leche, un precio máximo que es menor que lo que sería el potencial precio de mercado. Y dice ahora el Gobierno:

«Ciertamente hemos hecho todo lo necesario para hacer posible a los pobres padres comprar toda la leche que necesiten para alimentar a sus niños».

¿Pero qué pasa? Por un lado, el menor precio de la leche incrementa la demanda por la leche; la gente para quien no era asequible comprar leche a un mayor precio, puede ahora comprarla al precio más bajo que el Gobierno ha decretado. Y por el otro lado, algunos productores, aquellos que estaban produciendo a los más altos costos —esto es, los productores marginales— empiezan ahora a sufrir pérdidas ya que el precio que el Gobierno ha decretado es menor que sus costos. Este es el punto importante en la economía de mercado. El empresario privado, el productor privado, no puede tener pérdidas por largo tiempo. Y como no puede tener pérdidas en la producción de leche, restringe la producción de la misma con destino al mercado. Puede vender algunas de sus vacas al matadero, o, en vez de leche, puede vender otros productos hechos con leche, por ejemplo yogur, manteca o queso.

Así, la interferencia del Gobierno en el precio de la leche resultará en una menor cantidad de leche que la que existía antes, y al mismo tiempo habrá una mayor demanda. Alguna gente que está dispuesta a pagar el precio decretado por el Gobierno, no puede comprar la leche. Otra consecuencia será que la gente ansiosa se apresurará para estar entre los primeros en las tiendas. Tendrán que esperar afuera. Las largas colas de gente esperando en las tiendas siempre aparecen como un fenómeno familiar en una ciudad en la cual el Gobierno ha decretado precios máximos para los productos que el Gobierno considera importantes. Esto ocurrió en cualquier lugar donde el precio de la leche fue puesto bajo control. Esto fue siempre pronosticado por los economistas. Desde luego, solamente por economistas serios, cuyo número no es muy grande.

Pero ¿cuál es el resultado del control de precios impuesto por el Gobierno? El Gobierno queda decepcionado. Deseaba aumentar la satisfacción de los bebedores de leche. Pero en realidad los ha dejado insatisfechos. Antes que el Gobierno interfiriera la leche era cara, pero la gente podía comprarla. Ahora hay solamente una cantidad insuficiente de leche disponible. Por lo tanto, el consumo total de leche, cae. La siguiente medida a la que puede recurrir el Gobierno es el racionamiento.

Pero el racionamiento significa sólo que cierta gente tiene privilegios y consigue leche mientras que otra gente no consigue leche en absoluto. Quién consigue leche y quién no, es algo determinado siempre de una manera muy arbitraria. Se puede determinar, por ejemplo, que los niños menores a cuatro años pueden obtener leche, y que los niños de más de cuatro años, o de entre cuatro y seis años de edad, pueden obtener solamente la mitad de la ración que reciben los niños de hasta cuatro años.

Haga lo que haga el Gobierno, el hecho es que hay solamente una menor cantidad de leche disponible. Así la gente está aún más insatisfecha que lo que estaba antes. Entonces el Gobierno les pregunta a los productores de leche (porque el Gobierno no tiene suficiente imaginación para averiguarlo por sí mismo): «¿Por qué no producen la misma cantidad de leche que producían antes?». El Gobierno recibe la respuesta: «No podemos hacerlo, dado que los costos de producción son mayores al precio de venta máximo que el Gobierno ha establecido». Entonces el Gobierno estudia los costos de los diferentes bienes de producción y descubre que uno de los bienes es el forraje.

«Oh», dice el Gobierno, «el mismo control que hemos aplicado a la leche lo aplicaremos ahora al forraje. Determinaremos un precio máximo al forraje y entonces podrán alimentar a sus vacas a un menor precio, con un gasto total menor. Todo estará bien, y podrán producir más leche y vender más leche». Pero ¿qué pasa ahora? La misma historia se repite con el forraje y, como pueden entender, por las mismas razones. La producción de forraje cae y el Gobierno está otra vez enfrentado a un dilema. Así que el Gobierno organiza nuevas reuniones para averiguar que está mal con la producción de forraje. Y obtiene una explicación de los productores de forraje precisamente igual a la que había recibido de los productores de leche. Así es que el Gobierno debe avanzar otro paso, dado que no desea abandonar el principio de control de precios. Estable precios máximos para los productos que son necesarios para la producción de forraje. Y la historia se repite otra vez.

El Gobierno, al mismo tiempo, comienza a controlar, no solamente la leche, pero también los huevos, la carne y otros productos de primera necesidad. Y en cada oportunidad, el Gobierno obtiene el mismo resultado, en todos los casos la consecuencia es la misma. Cada vez que el Gobierno fija un precio máximo para los bienes de consumo, tiene que ir hacia atrás hacia los bienes de producción, y limitar los precios de los bienes de producción necesarios para producir los bienes de consumo sujetos a control de precios. Así es que el Gobierno, habiendo comenzado con unos pocos controles de precios, va más y más atrás en el proceso de producción, fijando precios máximos para todo tipo de bienes de producción incluyendo, desde luego, el precio del trabajo, porque sin control de salarios, el «control de costos» del Gobierno carecería de sentido.

Más aún, el Gobierno no puede limitar su interferencia en el mercado, solamente en los bienes que considere de primera necesidad, como leche, manteca, huevos y carne. Necesariamente debe incluir los artículos de lujo, porque si no limita estos precios, el capital y el trabajo abandonarían la producción de artículos de vital necesidad y se volcarían a producir esos bienes que el Gobierno considera artículos lujosos innecesarios. Y así, la aislada interferencia con uno o unos pocos precios de bienes de consumo, siempre provoca efectos —y es importante comprender esto— que son aún menos satisfactorios que las condiciones que predominaban antes.

Antes que el Gobierno interfiriera la leche y los huevos eran caros; después de la interferencia del Gobierno, comenzaron a desaparecer del mercado. El Gobierno consideraba estos bienes tan importantes que se decidió a intervenir; deseaba incrementar la cantidad y mejorar la provisión. El resultado fue totalmente opuesto: la aislada intervención provocó una situación que —desde el punto de vista del Gobierno— es aún más indeseable que la situación previa que el Gobierno deseaba modificar. Así que el Gobierno vaya más y más allá, finalmente llegará a un punto en el cual todos los precios, todos los salarios, todas las tasas de interés, en pocas palabras todas las cosas en el sistema económico total, son fijadas por el Gobierno. Y esto, claramente, es socialismo.

Robado a @breoragnotti

Para finalizar:

te entiendo perfectamente en mi etapa Gay ponía que pollas y no me gusta señalar pero corriendo salía Rotor y Bonox a comentar y algún sarasa más . No me los quiero imaginar en un quedada la de pollas que se comerían, pero es un suponer. El quE borra sí que es maricón..........