Creadora real y genuina de las estafas piramidales, pero como de costumbre los italianos y sus habilidades de vender humos les hace llevarse la gloria.
Doña Baldomera Larra Wetoret era hija de Mariano José de Larra el famoso poeta madrileño. Había nacido después de suicidarse su padre. Estaba casada con un médico de la Casa Real, el Dr. Carlos de Montemayor, médico personal de Amadeo de Saboya y la hermana de ella era la querida del mismísimo rey. Cuando Amadeo tuvo que salir echando leches España, su esposo hizo lo propio y de marchó a Cuba, este hecho dejó a Baldomera en una posición muy precaria.
A modo de aliviar el problema, a Doña Baldomera Larra se le ocurrió su famosa “Caja de imposiciones”, situada en la calle de la Greda, hoy llamada de Los Madrazo, que fueron unos famosos pintores santanderinos.
Pues, en esta calle que estaba situada detrás de la calle de Alcalá, tenía su oficina Doña Baldomera Larra. Muy modestamente instalada, el mobiliario consistía en unas pequeñas mesas llenas de carpetas y papeles, un viejo armario donde se guardaba el dinero de las “imposiciones” y en el invierno madrileño, una estufa para calentarse.
Ayudaban a Doña Baldomera un apoderado llamado D. Saturnino Iruega, y tres empleados llamados Enciso, Rojas y Casanova, además de un recadero llamado Nicanor.
La estafa comenzó cuando pidió prestada una onza de oro a una vecina prometiéndole que en un mes se la devolvería duplicada. Doña Baldomedra cumplió su promesa y al verlo, la vecina contó a otras amistades “el milagro que había realizado Doña Baldomera”.
El ansia y la avaricia de las personas hicieron que no tardaran en llegar una serie de clientes atraídos por la ganancia fácil con su onza de oro y algunos con algunas más, rogando a Doña Baldomera que aceptase aquellos dineros y que hiciese el mismo milagro que a su vecina. Ella aceptó los dineros, entregándoles un recibo. Cumplió religiosamente devolviendo sus ganancias a sus “impositores”, lo que le proporcionó más clientela todavía al correrse la voz.
Así surgió “La Caja de imposiciones”. Y ella pagaba a los primeros que llegaban, con el dinero de los que seguían sin poner ella ni un duro. Acababa de descubrir “la pirámide”.
Tenía cola todos los días para recibir los dineros que llegaban en grandes cantidades. Muchos recogían los intereses y dejaban el capital, y otros dejaban capital e intereses, la bola de nieve crecía y crecía. Fue tal la avalancha de gente que no tuvo más remedio que mudarse de vivienda. Aquella mujer, entrada en años, simpática y amable con todo el mundo tenía cada vez más clientela.
Muchos le pedían préstamos y a todos atendía la dama con su simpatía habitual y sus arcas siempre estaban llenas. Y así fue como la llamaron “la madre de los pobres”, Sin embargo, muchos pensaron que había una trampa en aquel negocio. Era materialmente imposible que en un mes el dinero invertido produjese 30% de interés. Pues, así era, aunque ningún negocio de otra naturaleza produjese ese beneficio. Pero ella seguía una y otra vez pagando escrupulosamente a los impositores.
Muchos que tenían más confianza con ella llegaron a preguntarle cómo lo hacía, a lo que ella contestaba: “Es mi secreto”…”Algún día se sabrá y verán cómo es tan sencillo como el huevo de Colón”.
Algunos le preguntaban qué garantía ofrecía la “Caja de Imposiciones” a sus clientes pensando que podría declararse en quiebra en cualquier momento. A estos les sonreía y decía: “¿Garantía? ¿En caso de quiebra quiere usted decir? Una sola: “El Viaducto”.
El 4 de diciembre, un modesto carbonero que tenía depositados sus ahorros en la Caja de Imposiciones fue a recoger sus intereses, recibiendo de los empleados una negativa.
Algo había sucedido el 2 de diciembre que obligó a Doña Baldomera a cambiar sus planes y misteriosamente desapareció de Madrid. Al saberse esto y la falta del pago mensual a finales del año 1876, vieron los “impositores” con alarma que los empleados de la Caja no habían podido pagarles porque no había dinero.
La consecuencia fue una serie de protestas de los clientes indignados. Así como la habían bendecido cuando todo iba bien, ahora la “madre de los pobres” les había jugado una mala pasada y comenzaron a maldecirla.
El escándalo que se organizó obligó a intervenir a las autoridades, presentándose el propio Delegado de Orden Público rodeado de sus corchetes, varios guardias y el Juez de Instrucción del Distrito de la Latina.
La acción del Juez fue tajante. Ordenó el inmediato registro de las dependencias de la Caja de Imposiciones. Solamente encontraron 179 reales. Se incautaron de todos los documentos que allí había, se tomó declaración a los empleados, los que digan “mucho texto” me comen los huevos pero pronto el Juez descubrió que no eran más que simples escribientes y que no sabían nada ni tenían nada que ver con los negocios de Doña Baldomera, así que tuvieron que dejarlos en libertad sin cargos (a Enciso, Rojas y José Casanovas).
El Administrador fue, sin embargo, detenido como presunto cómplice de la presunta estafadora. El siguiente paso fue ordenar un registro de la casa de Doña Baldomera, calle del Sordo nº 19, no encontrando nada en el piso. Después de descerrajar puertas y cajones encontraron en una cómoda 5.000 reales en metálico a nombre de la madre de Doña Baldomera, la viuda del poeta Larra que figuraba como arrendataria del local de la calle de la Paja. Poco después se encontraban otros 4.500 reales en oro.
Sin embargo el piso daba la impresión de que había sido vaciado. No había objetos de valor, solamente aquellas cantidades en dinero en la desierta casa, con lo que el misterio se hizo mayor. No se hallaron libros de contabilidad ni documento alguno.
D. Saturnino Iruega declaró ante el Juez que durante los meses que venía funcionando la Oficina de la Caja de Imposiciones había entregado a Doña Baldomera la suma de 22.000.000 de reales lo que era una elevada cifra para aquellos tiempos. D. Saturnino declaró también que una tercera parte había sido entregada a los impositores en concepto de intereses.
La Prensa de entonces recogió toda clase de información sobre el caso.
El Gobernador expidió una orden de búsqueda y captura de Doña Baldomera. Pero ésta no aparecía por ninguna parte, ni viva ni muerta. Se pensó que había huido a América para reunirse con su esposo.
Durante dos años no se supo nada de ella, hasta que, de pronto, sorpresivamente se presentó en Madrid ante el Juzgado, confesando que los remordimientos no la dejaban vivir, pensando en cuántas personas se habían arruinado por su culpa.
La detención que tuvo lugar fue seguida de encarcelamiento por presunta estafadora.
Poco después enfermó gravemente. Y entonces tuvo lugar otro extraño fenómeno entre sus “estafados”. Aquellos mismos que primero la bendecían y luego la maldijeron, ahora, sabiéndola en prisión y enferma, comenzaron a moverse y el resultado fue que unos miles de personas firmaron un documento que enviaron a las autoridades.
Pero los Jueces determinaron que Doña Baldomera era culpable de “Alzamiento de Bienes” así como su Administrador D. Satunino Iruega y condenados a seis meses de prisión.
Doña Baldomera se resignó a sufrir la pena, pero D. Saturnino recurrió ante el Tribunal Supremo que dictó una sentencia revocando la de la Audiencia, considerando que no había existido delito de estafa y ambos fueron absueltos.
Una vez conocido el fallo Doña Baldomera regresó a América con su marido, que al poco tiempo fallecía, por lo que sintiéndose sola, regresó a España instalándose con su hermano Luis Mariano que fue un famoso comediógrafo de la época.
A partir de aquello, Doña Baldomera no volvió a intentar ningún negocio y desde entonces fue para la familia “la tía Antonia” que había llegado de América sin acordarse más del pasado.
te entiendo perfectamente en mi etapa Gay ponía que pollas y no me gusta señalar pero corriendo salía Rotor y Bonox a comentar y algún sarasa más . No me los quiero imaginar en un quedada la de pollas que se comerían, pero es un suponer. El quE borra sí que es maricón..........